Antes de comenzar a escribir sobre temas
específicos del Entrenamiento Deportivo, siento la necesidad de presentarme
ante Uds. definiendo mi concepción filosófica del deporte. Al respecto estoy
convencido que el deporte debe ser un medio y no un fin en sí mismo, un medio
de educación, un medio de formación y un medio de desarrollo de las Capacidades
Motoras y de las Habilidades Básicas o Fundamentales.
Lamentablemente esta concepción no está inserta en
la sociedad y hoy Deporte y Educación son dos conceptos contrapuestos. La
problemática del niño y el deporte por un lado y el caos generado por el doping
y la violencia en el campo de juego, por el otro, hablan a las claras de la
distorsión del deporte como agente educativo.
Analizando al deporte según la concepción ideal, me
referiré al prestigioso expositor Norberto Alarcón, a quien en repetidas
ocasiones escuche definir al Deporte como:
"ACTIVIDAD LÚDICA, SUJETA A REGLAS FIJAS, DE
CARÁCTER AGNÓSTICO REALIZADA CON IMPULSO Y CON FRUICIÓN"
Adhiriéndome a esta definición, paso a detallarles
el minucioso análisis que hace el citado profesor:
El Deporte:
•
Es actividad porque implica acción,
movimiento...
•
Es lúdico porque recrea, re-crea estados de
plenitud del hombre...
•
Tiene reglas fijas que esencialmente lo
diferencian del juego...
•
El carácter agonístico define la competitividad
y el espíritu de lucha y superación...
•
Su ejecución impulsiva manifiesta las pulsiones
primitivas y conductas ancestrales del hombre...
•
La fruición con que se practica habla de la
pasión, de plenitud, de gozo, de placer,...
Introduciéndonos en el tema específico del
Entrenamiento Deportivo y partiendo de un análisis semántico definimos al mismo
como "un área especializada de la educación física que mediante un proceso
biológico y pedagógico conduce al deportista a alcanzar el estado de forma
deportiva".
Haciendo un primer análisis de esta definición
decimos que es un proceso por que transcurre en el tiempo, no siendo factible
que el entrenamiento se considere como una situación eventual. Ese proceso
además se debe desarrollar desde una concepción filosófica que valore al hombre
como un ser integral que se manifiesta bajo tres conductas fundamentales, una
conducta afectiva volitiva, una conducta cognitiva y una conducta psicomotriz,
que a prima facie y haciendo un análisis del medio de desarrollo de cada una de
estas tres conductas, encontramos tres ámbitos bien definidos: la familia, la
actividad áulica en la escuela y la Educación Física respectivamente. Como bien
se expuso estos son los ambiente donde se prioriza el desarrollo de una u otra
conducta, pero debe quedar bien en claro que siempre el hombre debe ser
considerado como un ser integral, un ser pensante, sensitivo y con necesidad de
movimiento.
Profundizando aún más esta concepción analizaremos a
continuación las nombradas conductas, desde la perspectiva del Entrenamiento
Deportivo:
Conducta Afectiva Volitiva: haciendo hincapié en los
sentimientos y en los aspectos motivantes que llevan al hombre a adoptar al
deporte, con sus grandes valores formativos, como una forma de vida, así como
también a considerar toda la carga emotiva y sentimental de su vida diaria, con
sus alegrías y tristezas, sus ilusiones y sus decepciones, sus ambiciones y sus
fracaso.
Conducta cognitiva: referente al conocimiento y a la
necesidad de que el deportista sea considerado como un ser pensante y por lo
tanto capaz de incorporar conocimientos que fundamenten su actividad deportiva,
sin descuidar su formación cultural.
Conducta Psicomotriz: La conducta especifica de la
actividad deportiva, pero no por ello la única conducta importante para el
Entrenamiento Deportivo. Para su estudio analizaremos al movimiento
clasificando a la actividad motora y distinguiendo a las Capacidades Motoras de
las Habilidades Motoras así como también a las Capacidades Condicionales de las
Capacidades Coordinativas y a las Habilidades Básicas o Fundamentales de las
Habilidades Deportivas.
Continuando con el análisis especifico de la definición citada, abordamos al
entrenamiento como un proceso pedagógico y como un proceso biológico, para
clarificar aún más el concepto, podemos nombrar a estos procesos desde dos
perspectivas bien definidas, desde la perspectiva de la educación y desde la
perspectiva de la fisiología respectivamente. Si abordamos el tema desde un
análisis más profundo, entendemos que los Periodos de Entrenamiento son
estadios sucesivos de un Proceso Pedagógico (paidos: niño y Gogos: guía, tutor)
y que las tan ansiadas fases de la Forma Deportiva, son estadios sucesivos de
un Proceso Biológico.
A partir de estos nombrados procesos se desprenden
seis áreas básicas que planteadas por Lev Matveiev, de donde se desgranan
infinidades de temas que deben ser tenidos en cuenta en un proceso de
Entrenamiento Deportivo.
Para finalizar con este primer análisis semántico
del Entrenamiento abordamos al objetivo final del mismo o sea al Estado de
Forma Deportiva, definiéndolo como el estado de predisposición óptima para la
consecución de los logros deportivos, caracterizándose como un periodo de las
más audaces intrepideces, basado en la seguridad de las propias fuerzas del
deportista, en pro de la consecución del éxito deportivo.
Es oportuno señalar que en el proceso de desarrollo
hacia la Forma Deportiva, se deben desarrollar tanto las Capacidades Motoras
como las Habilidades Motoras, siguiendo un orden lógico de desarrollo que va
desde lo poco a lo mucho, de lo simple a
lo complejo y de lo conocido a lo desconocido.- Debemos considerar que para un
mejor estudio y desarrollo de cada una de estas Capacidades y/o Habilidades,
las mismas se subdividen en tipos y/o áreas, clasificación que encontraran
detallada en los apartados específicos referentes a cada una de las citadas
capacidades y que finalmente se ordenaran y sistematizarán para su desarrollo
en el apartado de Periodización del Entrenamiento Deportivo.
Esperando que esta presentación sirva para que Uds.
los lectores tengan una referencia acerca de mi concepción filosófica respecto
al Deporte en general y al Entrenamiento Deportivo en particular, me dispongo a
comenzar a desarrollar secuencialmente los ejes temáticos de mi especialidad
esperando que este sea un sitio inicial para una comunicación fluida entre Uds.
los lectores de la página y quien les escribe.
Finalmente quiero trasmitirles mi deseo de brindarme
integralmente para esta nueva metodología de publicación, agradeciendo a los
propietarios de esta página la oportunidad que me brindan al permitir
expresarme por este medio.
El entrenamiento infantil
La acepción
más extendida del concepto de entrenamiento deportivo es aquella que lo
relaciona con el proceso llevado a cabo para la mejora del rendimiento en las
competiciones. Sin embargo, el entrenamiento deportivo también pasa por ser un
medio interesante para la formación integral de los jóvenes, mediante la
aplicación de una metodología más educativa.
1. Principios del entrenamiento infantil
El proceso del entrenamiento infantil en su conjunto
se realiza sobre la base de determinados principios, reglas o normas.
Habitualmente se parte de dos grandes bloques que los engloban a todos:
- Principios
biológicos, los que afectan los procesos de adaptación orgánica del
deportista–alumno.
- Principios
pedagógicos, los que de alguna manera incluyen la metodología empleada durante
el proceso de entrenamiento.
Biológica y evolutivamente, la formación
multilateral favorece los procesos de maduración y desarrollo de acuerdo a los
períodos sensibles del mismo, y evita un excesivo desgaste unilateral precoz.
En el entrenamiento infantil se deberían anteponer
objetivos educativos globales a otros objetivos más puntuales pero con menos
proyección en la formación deportiva del niño, aunque su consecución sea a
medio y largo plazo. Esta formación es un proceso largo y complejo que no
conviene acelerar en aras sólo del éxito inmediato.
La finalidad que se persigue en el entrenamiento con
niños es la expansión de todas las posibilidades motoras para conseguir un
amplio repertorio de movimientos. Así, se podrían aprender formas motrices
específicas, con mayor facilidad y rapidez y de forma más estructurada.
El objetivo no es un incremento demasiado rápido de
los rendimientos deportivos que, aunque factible, tendría poca duración ya que
iría ligado a una sobresaturación temprana por el deporte.
2. Proceso de enseñanza-aprendizaje
El proceso de enseñanza-aprendizaje deberá ser un
proceso individualizado. Por no ajustarse en sus métodos (centrados sobre todo
en la demostración y repetición como vía de adquisición de las técnicas) al
ritmo de desarrollo del niño y a sus intereses, formas de comprensión,
atención, etc., se convirtió muchas veces en un mero adiestramiento (un "mini
entrenamiento" mimético del de los adultos) y no en una verdadera
educación.
Paradójicamente, resultaba de este modo poco
motivante para muchos niños, que deseaban más el juego motriz libre que las
sesiones de aprendizaje rígidamente programadas.
Por carga de entrenamiento se entiende la cantidad
de trabajo (o trabajo pausa) realizado, expresando así el nivel de exigencia de
las actividades, medios y métodos seleccionados para el entrenamiento.
El objetivo es que las cargas provoquen
transformaciones funcionales, bioquímicas, morfológicas y psíquicas, en
procesos de adaptación, como forma de aumentar la capacidad de rendimiento
deportivo.
3. Actividades adecuadas de los niños
Las actividades de los niños en la primera edad
escolar deben caracterizarse únicamente por el conjunto de gestos que la
determinan. Si los gestos son lo suficientemente proporcionales a las
capacidades de cada uno y se los propone de manera que interesen y diviertan,
entonces se logró el objetivo.
El entrenamiento intensivo precoz es totalmente
erróneo y está alejado de las necesidades biológicas y psicológicas infantiles.
El aprendizaje prematuro, que produce rápidos aumentos del rendimiento, suele
ser antieconómico e inútil, ya que fija actitudes y estereotipos dinámicos
primitivos, que traen como consecuencia posteriores estancamientos y
desarrollos insuficientes en etapas posteriores.
El concepto de rendimiento-salud debe asociarse
hacia el desarrollo integral del niño y estar sustentado en un proceso
pedagógico progresivo, sistemático y variable.
El entrenador debe aplicar la pedagogía y controlar
bien el aprendizaje; pero sobre todo evitando que el niño "se queme"
en las acciones de este aprendizaje, ya que de esa forma se abreviaría mucho su
vida deportiva. No siempre la madurez necesaria para iniciar una disciplina
deportiva es básicamente la madurez biológica, sino la psicológica y éstas no
siempre coinciden totalmente en la edad evolutiva.
Es necesario crear una metodología del entrenamiento
del niño, un entrenamiento para el niño, es decir, un entrenamiento de
adquisición y de desarrollo de aptitudes motrices que se diferencie del
entrenamiento de alto rendimiento. No se trata de eliminar el entrenamiento de
la educación, sino que no contradiga por sus métodos los fines de la misma.
Hay que empezar paulatinamente con el desarrollo de
las cualidades físicas, siendo las más convenientes la capacidad aeróbica, la
amplitud de movimiento, la fuerza dinámica, la resistencia muscular, las
capacidades psicomotrices o coordinativas, el tiempo de reacción y la velocidad
gestual.
4. Beneficios de un buen entrenamiento
- Produce
un mayor nivel de actividad infantil y un aumento generalizado del movimiento
coordinado.
- Sienta
las bases para el aprendizaje y rendimiento posterior.
- Expansiona
las posibilidades motoras.
- Permite
al niño formarse una imagen deportiva en general y de su deporte en particular
y una mejor adaptación a la competición.
- Aumenta
el crecimiento.
- Puede
corregir defectos físicos que pudieran existir.
- Permite
una integración progresiva en la sociedad.
- Aumenta
el nivel de responsabilidad social.
- Supone
un aprendizaje para el éxito o el fracaso deportivo y social.
- Potencia
la creación y regularización de hábitos.
- Contribuye
a desarrollar el placer por el movimiento.
- Anula
las limitaciones del sedentarismo.
- Sirve
de estímulo para la higiene y la salud.
REFLEXIONES ACERCA DEL ENTRENAMIENTO
EN LA INFANCIA
Probablemente, la acepción más extendida del
concepto de entrenamiento deportivo es aquella que lo relaciona con el proceso
llevado a cabo para la mejora del rendimiento en las competiciones. Sin
embargo, el entrenamiento deportivo también pasa por ser un medio interesante
para la formación integral de los jóvenes, mediante la aplicación de una
metodología más educativa.
Existen numerosos estudios fisiológicos,
biomecánicos y psicológicos sobre el entrenamiento con deportistas adultos que
contrasta con la escasa literatura sobre las características que debe reunir el
proceso de construcción inicial del deportista. Pensamos que en el
entrenamiento infantil se deberían anteponer objetivos educativos globales,
aunque su consecución sea a medio y largo plazo, a otros objetivos más
puntuales pero con menos proyección en la formación deportiva del niño, ya que
dicha formación es un proceso largo y complejo que no conviene acelerar en aras
sólo del éxito inmediato.
Diversos autores han propuesto que en esta edad sólo
se debe plantear un entrenamiento básico y multilateral, que desarrolle una
base variada y amplia en los diferentes deportes, y la formación de un buen
esquema motor, teniendo en cuenta que cada niño tiene una diferente velocidad
de aprendizaje, debiéndose reorientar los contenidos en función de sus
progresos individuales. En este sentido,
Hahn (1.988, p. 61) señala: En el entrenamiento con niños, el fin es la
expansión de todas las posibilidades motoras para conseguir un amplio
repertorio motor, a base del cual se podrían aprender formas motrices
específicas, con mayor facilidad y rapidez y de forma más estructurada. El
objetivo no es un incremento demasiado rápido de los rendimientos deportivos,
que a pesar de ser factible, tendría poca duración, puesto que, pronto, se
presentaría una sobresaturación por el deporte.
El niño, además de una necesidad natural de movimiento
y de comprobar sus límites, muestra interés por su condición física,
utilizándolo como medida para destacar sobre los demás (competición social).
Aprovechándose de ello, hay que empezar paulatina-mente con el desarrollo de
las cualidades físicas, siendo las más convenientes la capacidad aeróbica, la
amplitud de movimiento, la fuerza dinámica, la resistencia muscular, las
capacidades psicomotrices o coordinativas, el tiempo de reacción y la velocidad
gestual.
Pero más importante que analizar las cualidades a
desarrollar, nos parece más oportuno reflexionar sobre los medios a utilizar,
diferenciando entre una experimentación práctica y la reiteración sistemática,
que ya pasaría a ser entrenamiento. Así, cuando el niño salta, está
experimentando, pero si le obligamos a realizar series de X saltos, con la
intención de mejorar la fuerza explosiva, se convierte en un entrenamiento
pliométrico o de multisaltos (Liarte y Nonell, 1998). Otro ejemplo podría ser
el del niño que juega a relevos o persecuciones de forma esporádica
(experimenta), diferenciándolo de aquél que todos los días realiza relevos de
80 m., lo cual desencadenaría en un entrenamiento anaeróbico láctico, que, por
supuesto, está contraindicado para el organismo infantil.
Del mismo modo, reconocemos que a lo largo de la
vida existen unos periodos más propicios que otros para el desarrollo motor, en
función de las características biológicas y psicológicas del individuo. Una vez
conocidas éstas, es primordial aprovechar las fases más críticas o sensibles
para el desarrollo de una determinada capacidad. Así, un estímulo adecuado
sobre un sujeto en desarrollo produce un mayor efecto que sobre uno ya
desarrollado (Martín, 1982, citado por Hahn, 1988). Por ello, si en esta edad
no se aplican dichos estímulos, no se alcanzará el máximo nivel genéticamente
posible aunque se pueda desarrollar posteriormente, por debajo de sus
posibilidades funcionales.
El desarrollo de la condición física en edad
escolar, creemos está justificado, además de por los beneficios concretos en la
salud del individuo, porque le capacita para una buena ejecución de las tareas
deportivas y las destrezas motrices. Ahora bien, debemos asumir que el
entrenamiento no será nunca neutral, sino que influirá en el desarrollo de los
niños, beneficiándoles o perjudicándoles (Añò, 1997).
Entre
los beneficios que un entrenamiento adecuado puede aportar a los escolares,
podemos resaltar las siguientes (Añò, 1997, Casimiro y Águila, 1999):
•
Produce un mayor nivel de actividad infantil.
•
Produce un aumento generalizado del movimiento
coordinado.
•
Sienta las bases para el aprendizaje y
rendimiento posterior.
•
Expansiona las posibilidades motoras.
•
Permite al niño formarse una imagen deportiva en
general y de su deporte en particular.
•
El entrenamiento permite una mejor adaptación a
la competición.
•
Aumenta el crecimiento.
•
Puede corregir defectos físicos que pudieran
existir.
•
Permite una integración progresiva en la
sociedad.
•
Aumenta el nivel de responsabilidad social.
•
Supone un aprendizaje para el éxito o el fracaso
deportivo y social.
•
Potencia la creación y regularización de
hábitos.
•
Contribuye a desarrollar el placer por el
movimiento.
•
Anula las limitaciones del sedentarismo.
•
Sirve de estímulo para la higiene y la
salud.
El desarrollo de la condición física: salud y rendimiento
Pero la realidad del deporte en edad escolar nos
muestra como el entrenamiento en la infancia, en numerosas ocasiones, está
enfocado a la obtención de resultados a corto plazo, constituyendo una forma de
alto rendimiento en edades tempranas. Es entonces cuando sus valores educativos
y sus presumibles efectos positivos sobre la salud se ven comprometidos por
intereses eminentemente competitivos.
Varios autores han diferenciado los componentes de
una condición física dirigida al rendimiento de aquella que intenta mejorar o
mantener la salud. En esta línea, pensamos que las capacidades que deben ser objeto
de desarrollo en estas edades son, además de la velocidad y las capacidades
psicomotrices, los componentes de la condición física-salud, que están
asociados con un bajo riesgo de desarrollar prematuramente enfermedades
derivadas del sedentarismo (Cantera, 1997). Dichos componentes, según
diferentes autores son los siguientes: resistencia cardiovascular, amplitud de
movimiento, fuerza y resistencia muscular. (Pate, 1988 y 1995; Carpersen y
col., 1985; Pate y Shephard, 1989; Simons-Morton y col., 1990; American College
of Sport Medicine, 1991 y 1998)
Qué duda cabe que el entrenamiento que consideramos
adecuado para la salud choca con el que busca el rendimiento, por cuanto éste
se desarrollará bajo el prisma de la obtención de resultados y ello supone un
trabajo específico técnica y físicamente, que debería abordarse en etapas
posteriores. Esto causa que el proceso de formación del deportista se acelere,
que a menudo es consecuencia de las presiones sociales e incluso de los propios
familiares. En este sentido, es
fundamental que tanto los padres como los entrenadores tengan una buena
formación e información deportiva, para que comprendan que la E.F. y la
actividad físico-deportiva favorecen el desarrollo integral de su hijo como
persona, y no lo sometan a presiones competitivas ni a expectativas de éxito,
ya que más tarde se pueden convertir en frustraciones si no han sido
satisfechas dichas ilusiones.
Además, hemos de tener en cuenta que el niño
comienza en el deporte influenciado por amigos, televisión, padres, etc., y
continúa si se divierte, pero abandona pronto si no son satisfechas sus
necesidades lúdicas. Así, el paso del juego al deporte debe hacerse
gradualmente, con objetivos mínimos y de razonable consecución, para que tenga
la sensación de progreso. Por ello, el entrenamiento con niños puede servir
como preparación para el deporte de elite, pero nunca puede ser un
entrenamiento de elite (Hahn, 1988).
En otro sentido, tal como indican las normativas del
Consejo Superior de Deportes (1981), citado por Año (1997, p. 51): a la
actividad deportiva escolar deben tener opción todos los alumnos, sin
diferencia de edad, sexo o condición física... Hay que desechar la costumbre de
concebir el deporte escolar sólo como deporte de competición, pues también es
deporte cualquier actividad motriz realizada con espíritu y mentalidad
deportiva, buscando en esta actividad un complemento a la participación
intelectual para la consecución de un mayor equilibrio en la formación del
alumno.
Entre los objetivos de dicha Normativa ya se
planteaban, casi dos décadas atrás, los siguientes:
1. “El
deporte escolar no puede ser discriminatorio, ni triunfalista”.
2. “Debe
ser el punto de partida para la creación del hábito deportivo”.
3. “Es
importante motivar a la participación por la participación... El deporte no empieza
y acaba en la competición de los mejores”.
Tal como indica Año, dichas preocupaciones se
quedaron en meras intenciones teóricas y nunca fueron una realidad
práctica.
Del mismo modo, la especialización excesivamente
temprana conlleva a un número muy limitado de acciones motrices que puede
perjudicar la adaptación posterior, cerrando así las posibilidades futuras del
deportista. Además, a nivel psicológico, las emociones suscitadas por el
deporte (estrés competitivo, tristeza por perder, frustración por no jugar,
etc.) son muy acusadas por los niños, debido a su gran inestabilidad
emocional.
Para Barroco (1989, p. 273): “la especialización no
debe ser aceptada porque daña la personalidad del niño, no permite crear y
establecer las bases indispensables para un surgimiento óptimo de las aptitudes
especiales, y porque fijando hábitos motores retira la plasticidad adaptativa a
la evolución del individuo, impidiendo el pleno rendimiento que en otras
circunstancias podría ser obtenido”. En definitiva, con dicha especialización
precoz se pueden conseguir resultados inmediatos pero con conductas
mecanizadas.
Tal como indica Torres (1996), muchos niños prodigio
se pierden en el anonimato a la edad que se suponía iban a ser grandes
campeones. En cambio, otros niños que parecían no tener posibilidades, en
comparación con los anteriores, más tarde han conseguido niveles mucho más
altos, fruto todo ello de una mala planificación en los primeros años.
Algunos riesgos, como consecuencia de un inadecuado
entrenamiento en estas edades, son los siguientes (Año, 1997):
•
Sobrecarga.
•
Defectos físicos derivados de la práctica
deportiva.
•
Cambios en el metabolismo.
•
La práctica del entrenamiento es fácilmente
manipulable.
•
Múltiples abandonos entre quienes comienzan muy
pronto.
•
Inadaptación social.
•
Exceso de sistemas autoritarios.
•
Excesiva repetición y empleo de métodos
analíticos.
•
Utilización excesiva del refuerzo.
•
Desequilibrios psico-físicos.
•
Limitación del desarrollo posterior y anulación
de otros campos de acción.
•
Aumento de la agresividad infantil.
•
Exceso de responsabilidad.
Hahn (1988) incide en dichos riesgos, indicando
que las objeciones a la especialización precoz, provienen desde varios puntos
de vista:
1. Fisiológico, aludiendo a la
peligrosidad del sobre entrenamiento para el desarrollo físico del niño,
afectando fundamentalmente al:
•
Sistema metabólico: trastornos menstruales en
las niñas, desequilibrios hormonales, disminución del peso corporal, etc.
•
Sistema inmune, reduciendo las defensas del
organismo frente a las infecciones, etc.
•
Sistema locomotor: alteraciones en el proceso de
crecimiento, micro traumatismos repetidos, que pueden causar lesiones óseas
(Fracturas por estrés, Osgood-Schlater, etc.).
•
Sistema cardiovascular: disminución de la
cantidad de hemoglobina, hipertrofias cardiacas, etc.
2. Psicológico, en el sentido que una
excesiva solicitación del psiquismo infantil hacia el resultado, influye
negativa-mente en su personalidad.
3. Sociológico, ya que puede ser anti
educativo y antisocial premiar en el niño su afirmación sobre los demás.
Todas
estas alteraciones se producirían en sentido inverso, o sea mejorándose, a
través del ejercicio moderado y controlado. Así, un educador debe tener claro
que una medalla no vale más que la salud de un joven. Otra circunstancia problemática que afecta al
entrenamiento infantil es el abandono del mismo por parte de los jóvenes. Las
causas para que se produzcan dichos abandonos, según Hahn (1988) proceden
de:
•
Mal enfoque del entrenamiento: monotonía,
presión,...
•
Objetivos no realistas, que no coinciden con los
deseos infantiles.
•
Excesivo entrenamiento, no quedándoles tiempo
para otras actividades imprescindibles: amigos, familia o tiempo libre.
•
Procesos de aprendizaje mal programados.
•
Introducción errónea de la competición, lo que
les crea un gran temor psicológico y estrés competitivo.
Competitividad en Deportes Infantiles
El presente estudio pretende echar luz acerca de la
competencia a edades tempranas. Busca evidenciar la conveniencia o no del
desafío en niños, la forma de lograr competitividad y el papel que juegan los
distintos agentes del contexto deportivo. ¿La competición es buena o es mala?
En la actualidad un sinnúmero de interrogantes
aparecen en función de exponer o no a los niños a los efectos de la
competición. Existen posturas claramente definidas al respecto, se encuentran
por un lado aquellos que sostienen que es ampliamente nociva la competición a
edades tempranas y por otra parte, hay quienes consideran que es la única forma
posible de que el deportista se acostumbre a la presión de la competición y le
pueda resultar satisfactorio.
Personalmente considero que existe una confusión en
principio conceptual acerca de que es la competición, como se puede buscar la
competitividad en los niños, y esencialmente como cada uno de los procesos que
los niños atraviesan se ven claramente influenciados por los reforzadores
externos, que terminan configurando la asertividad o no del proceso.
Personalmente considero que resulta más operativo
utilizar el enfoque de la Evaluación Social que realiza Martens acerca de la
competición, el cuál considera que la competición es algo más que un suceso
único, sino que implica un proceso que abarca varios estadios o fases:
1. Situación
Competitiva Objetiva.
2. Situación
Competitiva Subjetiva.
3. Respuesta.
4. Consecuencias.
La situación competitiva objetiva es el desafío de
la prueba propiamente dicho, lo cual incluye un patrón de comparación ya sea
con otras personas, con registros personales anteriores o con un nivel ideal de
rendimiento.
Por su parte, la fase de competitiva subjetiva es
clave y consiste en el modo en que la persona percibe, acepta y valora la
situación competitiva objetiva. Factores tales como capacidad percibida, la
motivación, la importancia de la situación competitiva y el adversario pueden
influir claramente en la evaluación subjetiva del entorno competitivo. El
desarrollo de una correcta capacidad de evaluación de la situación competitiva
objetiva determinará un estilo de deportista con motivación para el logro, o
competitivo.
Una vez que la persona ha evaluado la situación
decide si participar en ella o no, iniciando la tercer fase del proceso de
competición que es la respuesta. La misma se da en niveles conductuales,
fisiológicos y psicológicos.
Luego de la respuesta comienza la fase final es
decir la comparación de la respuesta del deportista con el patrón de
comparaciones. En función de esto las consecuencias normalmente suelen ser
positivas o negativas, las cuales suelen asociarse con éxito o fracaso. No
obstante es más importante la percepción que el deportista tiene de sus
resultados que las consecuencias objetivas. Es decir que si el deportista
considera que ha elevado su nivel de ejecución, por más que no haya ganado,
posiblemente las consecuencias continúen siendo positivas y actúen como
incentivo o motivadoras para próximas situaciones competitivas.
Pero también hay que tener en cuenta otro aspecto en
esta fase final, especialmente en el deporte infantil, y es la valoración de
los terceros cercanos al deportista. El entrenador, los padres, los amigos o
familiares puedan transformar una valoración positiva del deportista en una
catástrofe emocional. Suele encontrarse en ocasiones que parte del entorno del
deportista vivencia cada derrota de su niño como un fracaso catastrófico.
Indudablemente esta sensación desencadena emociones negativas en el deportista
y lo único que propicia es la evitación de la situación competitiva.
En función del modelo de Evaluación Social aquí
presentado, existen dos fases en función de las cuales debemos trabajar
ayudando a los niños y son las fases 2 y 4. Una correcta evaluación de la
situación competitiva objetiva y consecuencias adecuadas perfilarán sin duda un
estado competitivo en los niños deportistas.
La evaluación de la situación competitiva depende en
gran manera de la capacidad percibida que tenga el niño acerca de sí mismo. Si
el niño considera que puede dominar o no el evento es lo que lo llevará a
participa o tenderá a evitar la competición. Ineludiblemente deben existir
programaciones cognitivas, a nivel mental de forma tal que posibilite que cada
niño encuentre en la competencia una posibilidad de aprendizaje más que una
amenaza que atenta contra su capacidad deportiva.
Existen mayoritariamente dos estilos formativos en
la progresión deportiva del niño, uno es orientado a la ejecución mientras que
el restante es orientado al resultado. Resulta necesario remarcar que es
imprescindible que la mejor orientación motivacional es aquella orientada hacia
la ejecución.
La misma se caracteriza por la orientación de la
persona hacia el esfuerzo por conseguir sus metas, con persistencia a pesar de
los fracasos y con la sensación de orgullo por las ejecuciones realizadas. Este
estado motivacional de logro en el ámbito deportivo se conoce como
competitividad.
La competitividad configura deportistas que tienden
a buscar desafíos, que se esfuerzan por conseguir sus objetivos y que persisten
en su actividad a pesar de derrotas o lesiones. Obtienen placer por la
actividad que realizan.
¿Cómo se configura la competitividad? ¿Qué debemos
hacer? Esencialmente lo primero que debe realizarse es definir los roles que
cada uno debe asumir. Es decir el entrenador es el encargado de formar al
deportista y los padres son los encargados de acompañar a su hijo deportista,
no de acompañar a su hijo ganador o de abandonar a su hijo perdedor. Todas las
consecuencias que obtenga el deportista por su actuación servirán como energía
para continuar o para evitar las próximas competiciones.
Entonces a partir de lo aquí expuesto es que tenemos
que tratar el tema de las recompensas, los premios y los castigos. Ya sea por
parte del entrenador o por parte del entorno es esencial premiar el esfuerzo
por competir, por mejorarse y olvidarse de castigar por resultados adversos.
Habitualmente suele suceder que el viaje de ida es placentero y el viaje de
vuelta de la competición resulta un verdadero calvario.
Desde ahí se puede trabajar para formar la
competitividad de los deportistas infantiles, premiando sus ejecuciones
independientemente del resultado. Trabajando en función de sus ejecuciones
mucho más que en función de los resultados obtenidos, de lo contrario pueden
llegar a encontrarse con varios deportistas adolescentes totalmente frustrados
y alejados de la práctica activa, dado que al ser desarrollados precoces a
edades tempranas obtenían muchos resultados y eran constantemente premiados. El
riesgo es cuando se equiparan las capacidades físicas y desaparecen los
premios, en consecuencia desaparece el placer por la práctica de la actividad.
Técnicamente este proceso suele conocerse como agotamiento emocional, y es el
producto de castigos por la falta de resultados.
En función de lo expuesto queda planteada la
pregunta ¿la competición es buena o es mala? Personalmente considero que la
competición es un proceso social, que no es buena ni es mala en sí, sino que
depende de los reforzadores que se le apliquen, de la orientación que le
otorguen los agentes del contexto deportivo. Mucha gente obtuvo gran placer por
competir de la misma forma que otra obtuvo frustración y displacer.
Considero que la práctica deportiva al igual que la
educación son un proceso social en sí, y que la idea central para mantener y
consolidar estos procesos no debe ser únicamente obtener doctorados ni
maestrías sino asegurarse que la educación inicial cuente cada vez con más
participantes.
Es este el desafío que nos queda planteado a todos
aquellos que formamos parte del entorno deportivo, no sólo lograr formar
campeones sino conseguir que la base de la pirámide deportiva resulte cada vez
más grande.